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23 marzo 2015

EL PENE Y EL PASTOR.

Siempre que hay casos de violencia intrafamiliar, la población en general busca dividir la culpa en partes iguales, el sistema nos ha enseñado que ese tipo de casos la responsabilidad corresponde a la pareja, lo cual es una mentira.

Ninguna persona que ha sido objeto de violencia intrafamiliar es responsable de que su agresor le agreda, que una mujer o un hombre sea golpeado y deba asumir la culpa por el solo hecho que él o ella decidió casarse o acompañarse con su agresor, es el absurdo de los argumentos utilizado por los mismos agresores.

Aunque si revisamos las estadísticas el mayor cúmulo de estas denuncias son de mujeres a hombres y muy pocos los casos a la inversa.

Cuando una mujer denuncia violencia, golpes, abusos psicológicos, emocionales, patrimoniales e incluso agresiones sexuales incluidas las violaciones, todo mundo comienza con su análisis, con la lógica que es una pareja y ella debió haber hecho algo, porque nadie quiere aceptar que una víctima es eso, una víctima y que el agresor es eso un agresor.

Existen aún muchas personas hombres y mujeres que no creen que exista la violación sexual de un esposo a su esposa, ya no digamos si la violación la denuncia una mujer que ejerce trabajo sexual.

Pero ambos delitos se dan de manera frecuente en este país, el matrimonio no es sinónimo de sometimiento de ninguna de las partes, es un contrato y como tal las partes tienen igualdad de derechos y obligaciones dentro del mismo, en ninguna parte dice que la mujer deberá tener sexo con su compañero cuando éste lo pida y si no lo hace debe atenerse a las consecuencias que él se busque otra ¿Dónde dice eso? ¿A quién se le ocurrió semejante análisis? A miles de hombres en este país y a miles de mujeres que han sido educadas para mantener este sistema.

Por ello cuando se dieron las noticias de que el Pastor general del Tabernáculo de Avivamiento Internacional TAI, había sido capturado en El Majestic, un reconocido motel de la zona de Antiguo Cuscatlán y que era acusado por su acompañante de haber sido golpeada, amenazada e incluso de que hubo un intento de violación, no me sorprendió en lo más mínimo comenzar a ver cómo salían, tanto hombres como mujeres que desestimaban lo dicho por la víctima, casi las misma voces que defendieron al ex capitán de la selección nacional Dennis Alas a quien se le comprobó el delito de estupro –haber tenido relaciones sexuales con una joven menor de 18 años-

Esta cultura machista nos dice que los hombres son poco menos que inútiles y brutos, así de sencillo, ellos no pueden dominar ni sus emociones, ni sus impulsos sexuales, su pene[1] es un miembro que posee vida propia, ese miembro no piensa solo se despierta, busca tener sexo hasta satisfacerse, son brutos porque mujeres, jóvenes y niñas 10, 15, 20 hasta 30 años menores que ellas los engañan, los embrujan, los embrutecen y los utilizan para sus más oscuros deseos sexuales, porque las mujeres, jóvenes y niñas, todos los días se visten para provocarlos, incitarlos y excitarlos y se las llevan de socadas porque cuando las buscan dicen que no, pero sus sabios penes rápidamente reflexionan en la canción de Arjona “ella me dice que no, porque quiere decir que sí” entonces ella quiere que sea agresivo y la tome a la fuerza y la haga mía… esa es la lógica del pene, sí, ese miembro que domina a todo un empresario, catedrático, maestro, médico, cura o pastor.

¿Verdad que es un poco estúpido pensar en eso? Pero mucha gente da esa explicación y las dan a diario “ella lo sedujo” “ellos son hombres” “la carne es débil” “la esposa no lo cuidó y él tenía que buscar que lo satisficieran” “Que esperaba no podía cocinar, mínimo era que le pegara el marido”… muchas mujeres repiten a sus hijas “aprende a cocinar, porque sino en el lomo te va a tirar las cacerolas tu marido” “lava bien si no con la ropa te dará por la cara tu marido”

Por eso cuando salió el editorial de la “prensa evangélica” más un cierto número de cuentas que de manera vehemente buscan acusar a la malvada mujer, siendo que ella es enviada del diablo y que el pastor ingenuo se dejó seducir y ella una descarada que habla de casi dos años de relación con un hombre casado, sucia llegó a la iglesia a meterse con el pastor y dañar a su familia… ¡el escándalo, qué horror!

A esto les responderé lo siguiente: ¿Quién es el casado? ¿Quién le debe respeto a su esposa y familia? Es el Pastor Carlos Rivas, no la amante, novia o dama –como le quieran decir-, ella no le debe respeto ni fidelidad y ninguno de esos convencionalismos, van a disculpar, la amante no se casó con la esposa del pastor, aunque conociera a los hijos de él no son sus hijos, no tienen ella por qué velar por el respeto a esa familia, es él el único responsable que su familia esté expuesta a este escándalo, él es el único que debe responder nadie más.

Esto lo aclaro porque nadie aterriza que al hombre lo encontraron en un motel y con una mujer que no es su esposa y ésta salió gritando y semi desnuda porque aparentemente él la estaba agrediendo… entonces no se desubiquen.

A mí no me interesa juzgar la moralidad de los pastores, ni de ninguna religión, allá cada quien que se sienta feliz en su religión y que crea ciegamente en su pastor hay miles de  David Koresh y Marciel Maciel en el mundo, para todos los gustos y tienen cientos de seguidores.

Lo único que molesta de este pastor, es que ha sido tratado con privilegio dentro del sistema, lo cual alimenta la impunidad, eso debería indignarnos a todas y todos, que una persona se valga de su posición de religioso prominente, con un puesto en el Consejo de Seguridad y amigo del Presidente, para agredir a su pareja –amante o no- y que frente a todos nos luciera sus “poderes y contactos”.

Lejos de eso, muchos se han enfrascado en o acusar a la víctima o dividir la culpa, queriendo justificar una infidelidad de casi dos años, la agresión física, las amenazas y todo lo que rodea el caso y nos perdemos, un pastor, un cura, un empresario, un diputado, un deportista, un comentarista, un presentador, un hombre en general no tiene derecho de agredir a ninguna mujer y no son inútiles ni brutos, ellos pueden controlarse … muchas mujeres que han sufrido la infidelidad se consuelan con eso, déjenme decirles que se equivocan, no fue el pene el que las engañó, fue su compañero y ellos dominan su miembro NUNCA ha sido al revés.




[1] Órgano masculino del hombre y de algunos animales que sirve para miccionar –orinar- y copular. Definición según la RAE

27 enero 2014

“MATRIMONIO IGUALITARIO”



La concepción de matrimonio evidentemente está mediada por la cosmovisión religiosa católico romana, de que dicha Iglesia y el Estado son uno; en muchos sentidos se confunden las figuras legales con los sacramentos, para el caso particular de las uniones matrimoniales parece ser la confusión más común.

Es necesario separar la comprensión de la legislación del trabajo pastoral, ya que en la actualidad existen figuras legales que son incongruentes con las visiones católico romanas de las relaciones humanas, por ejemplo, aunque el debate gira alrededor del matrimonio igualitario, es necesario sacar a colación el divorcio, puesto que el Estado garantiza esta posibilidad a las parejas y sabemos de muchas Iglesias que no lo reconocen, puesto que se apela que aunque la ley les permita separarse, el dogma emanado de su propia interpretación de la Biblia no lo permite. Dejando en evidencia que sí se puede ser indulgente ante legislación no congruente con la catequesis.

Al ser un país que fue dominado históricamente por España, leal a Roma en momentos difíciles, se nos ha imbuido la concepción de que es efectivamente universal y que las interpretaciones que hace de las escrituras son infalibles, pese a que dentro de su mismo seno haya concepciones diversas y hasta opuestas sobre muchos temas, uno de ellos es el matrimonio. Por lo tanto, no estamos ante una concepción católico romana, sino ante una concepción sectorial dentro de la misma, pero al estar dentro de ella se considera universal per se.

Es necesario poner en evidencia que estamos delante de una propuesta de matrimonio que no es conforme ni está estrictamente apegada a las Sagradas Escrituras, sino a una definición moderna que puede inspirarse en algunos pasajes bíblicos dejando de lado muchas otras obligaciones matrimoniales explícitas en la misma, por ejemplo: el matrimonio obligatorio en casos de violación sexual como medida de resarcimiento de “daños”, derechos de un hombre de casarse con la viuda de su hermano, derecho del hombre de desposar a más de una mujer, prohibición de casarse con alguien de una fe distinta, entre otras tantas consideraciones propias de la complejidad real que el matrimonio tiene conforme y estrictamente apegada a la Biblia.

El sacramento del matrimonio, al ser administrado por una institución religiosa, deberá ser definido para fines de la misma institución, de manera que le permita lograr sus objetivos pastorales, y llevar un mensaje a su feligresía, es decir a las personas que voluntariamente busquen dicha agrupación como referente identatario.


No le corresponde al Estado conferir privilegios u obligaciones “divinas”, por no ser su competencia; no puede legislarse desde cosmovisiones religiosas, pues el riesgo de excluir otras expresiones de fe es demasiado alto y puede traer consecuencias ya vistas y tristemente recordadas por la humanidad. La brújula del Estado debe ser la Igualdad ante la Ley, es decir, que toda la gente pueda acceder a los mismos derechos por el simple hecho de existir, sin restricción más que la establecida en leyes penales.

Al hablar de protección de derechos en condición de igualdad a toda la ciudadanía, corresponde al Estado no hacer excepción de nadie para gozar de reconocimiento jurídico, el Estado no se guía en idealismos románticos al establecer el estado civil de las personas, sino que al reconocer la unión le garantiza la protección que le corresponde a ambas personas en la pareja, por ejemplo en cuanto a: herencia automática, visitas al hospital, poder sobre decisiones médicas, presentar demanda tras muerte injusta del cónyuge, inmunidad al declarar contra el cónyuge, protecciones contra violencia conyugal, estatus migratorio, seguro social, entre tantos otros beneficios centrales en las uniones entre personas.

Existe el error común de nombrar “matrimonio gay” al reconocimiento de las uniones entre personas del mismo sexo, como si se tratara de una especie de seres que requieren una atención diferenciada, al estilo apartheid; más bien se habla de matrimonio igualitario, es decir que cualquier pareja pueda ser reconocida y que se le garantice el acceso a los mismos derechos que cualquier otra pareja. No puede apelarse a que la prohibición del matrimonio en condiciones de igualdad se basen en prejuicios sobre el estilo de vida de las personas homosexuales, ya que no existe un estilo de vida particular de estas personas al igual que no hay un solo estilo de vida de las personas heterosexuales; tampoco puede apelarse a que no exista un modelaje “correcto” de roles sexuales desde estas parejas, ya que se sabe, conforme a OPS/OMS y APA, que la orientación sexual no es transferible de ninguna manera, en este sentido el temor de los heterosexuales de dejar de serlo al ver parejas del mismo sexo, o que los niños y niñas quieran imitarlo, queda sin efecto y sin evidencia científica; por lo tanto, pueden estar tranquilos, quienes son heterosexuales seguirán siendo heterosexuales; la heterosexualidad es tan estable como sus contrapartes homosexuales y bisexuales y ninguna puede cambiarse por ningún medio.

La visión de humanidad indivisible que no considere categorías de seres humanos, peligra cuando enviamos un mensaje que por un rasgo de su naturaleza, un grupo de personas no puedan acceder al reconocimiento y protección del estado. El mensaje de inferioridad es traducido a acciones concretas como lo son todas las formas de violencia de que son víctimas las personas no heterosexuales: psicológica, religiosa, verbal, física, sexual, económica, entre otras.

Por ello el adjetivo “Igualitario” es determinante en la discusión de este tema, pero invariablemente debe pasar a través de la lectura de personas que no comprenden en qué consiste la “Igualdad humana” como concepto, la historia salvadoreña se ha escrito a partir de la desigualdad, por ello el camino para todas las formas de igualdad, incluyendo la matrimonial, está bastante lejos de ver la luz y supone una madurez cultural, negada por argollas de poder económico y político de las cuales las Iglesias mismas derivan beneficios.
Desarrollar una concepción de “Igualdad humana”, que se traduzca en acceso igualitario a derechos, apartado de concepciones religiosas que no son universalizantes, es el verdadero trasfondo en la evolución de una sana comprensión del matrimonio igualitario.