Siempre que los analistas
empiezan a dar su opinión de cómo hacer crecer el país la primera palabra que
surge es, reducir el gasto y lo siguiente es decir retirar los subsidios.
Escuché a cierto analista que decía “en lugar de mantener el subsidio a la
energía eléctrica, mejor comprar focos ahorradores, así baja el consumo y la
gente no recibirá una factura alta y así le podemos retirar el subsidio” y no
pude dejar de pensar: “Ve que galán, bien solidario el amigo, idea brillante,
quitemos el subsidio a los que consumen hasta cierta cantidad de energía –como está
actualmente diseñado- y que el Estado vaya y le compre a los empresarios focos
ahorradores y se los damos a la gente y asunto arreglado”
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Fotografía tomada de Transparencia Activa |
De todos los programas
sociales que ha impulsado el actual gobierno, personalmente el que considero no
negociable, es el de los paquetes escolares, los zapatos, uniformes y el vaso
de leche. Aunque no falta quien diga que esto no es otra cosas que populismo,
despilfarro, gasto, asistencialismo, dádiva, y otro montón de frases con las
que pretenden descalificar éste beneficio, y básicamente te dicen que lo mejor
es desviar esos recursos tan mal invertidos y ponerlos en función de construir
mejores escuelas contratar mejores maestros o invertirlos para incentivar a los
empresarios a que inviertan en el país.
Las nuevas voces que dicen
esto no han parido una idea nueva. Desde hace años aquí en este país se piensa
que mejorar las condiciones de las personas que están en desventaja es
innecesario; antes se decía “son pobres porque quieren” o peor aún “Dios ha
permitido que nazca en el seno de una familia pobre”. Ahora vivimos la
consecuencia de esa decisión, por eso los planes de estudio no son lo que
deberían ser, por eso nuestros jóvenes llegan tan deficientes a las
universidades y lo triste es que no se puede mejorar la calidad sin antes
atender las necesidades básicas de los niños y niñas, porque un niño/a que
llega mal nutrido, descalzo y cansado nunca va a aprender por más que tenga
frente a él al mejor maestro con las técnicas más modernas en pedagogía, la
mejor biblioteca o un centro escolar con una infraestructura envidiable; no es
sólo el entorno del centro de estudio el que hará que nuestra niñez se
desarrolle, también se necesita cambiar las condiciones económicas de su
familia que no consideren un mal gasto o inversión mandar a estudiar a sus
retoños, porque son más útiles para la economía familiar si ellos y ellos se
incorporan a la fuerza laboral y aportan en algo a sus hogares.
Probablemente los que han
creado esas políticas de cero asistencialismo –como les ha dado por llamarle-
jamás han tenido que ir a la escuela, después de llenar la pila con agua
acarreada del pozo que está a una considerable distancia de su casa, sin haber
desayunado y luego de caminar varios kilómetros; ellos generan sus políticas
desde la frescura de su oficina con aire acondicionado, sentados en cómodas
sillas ergonómicas en una oficina ubicada en una ciudad del primer mundo, desde
donde se ve como un gasto invertir en nuestros niños/as, y consideran que lo
mejor es invertir en los empresarios, porque ellos generan riqueza. Ellos todavía
no entienden que la inversión se debe focalizar y centrarse en el ser humano,
pues como dice la constitución, que ahora mencionan muy seguido, es éste el
principio y el fin del Estado.
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Foto: Diario Co Latino/Franklin Rivera |
Es verdaderamente triste que
todavía no sepan ponerse en los zapatos de los demás antes de dar su opinión
aprendida de un libro de un autor que nunca ha vivido la realidad de la niñez
salvadoreña, que no sabe que es que le “chillen a uno las tripas del hambre”. Me
gustaría con mucho respeto pedirles a los que solicitan se les retiren estos
apoyos a los niños/as que hagan la prueba, bájense del carro y caminen a su
trabajo, pero antes de ir hagan la limpieza ustedes de su casa, laven a mano y
no en la lavadora, que desayunen una taza de café, cuando regresen de nuevo a
pie a su casa pueden comer un platito de frijoles –platito no platada- una
tortilla y un café. Después de una semana de hacer lo mismo, me cuentan si se
pueden concentrar en el trabajo, si rinden igual, si la capacitación recibida
en ese hotel con ese exponente internacional le captaron con toda solvencia; si
lo lograron, los felicito, yo me he equivocado. Por otro lado, si no lo logran,
primero recuerden que ustedes son adultos y no niños, si el cansancio y el
hambre hace estragos en ustedes, cuánto más daño puede recibir un cuerpecito
mal nutrido. Hagan la prueba, quizá logren bajar de peso, pero lo importante es
que reconozcan y apoyen los subsidios para los niños y niñas, que no son una
dadiva, es un responsabilidad y un compromiso que el Estado debe cumplir y al
cual todos y todas como sociedad debemos sumarnos.
No puede ser que se considere
que es más importante para el país cumplir con una sentencia basada en un
contrato lesivo, que pagar estos programas sociales.
Y no es que no crea que no
se debe mejorar la calidad, claro que sí, se debe hace; mejorar los planes de
estudio, capacitar a los maestros, tener
escuelas ergonómicas, escuelas dignas, con centros de cómputo y bibliotecas;
pero antes debemos procurar que los niños no se sigan desmayando en las escuelas
porque llegan sin comer. Vale la pena hacer una reforma profunda en el sistema
educativo salvadoreño, pero esta no puede ser sólo en un sentido, debe ser
integral, tomando a la niñez como el centro, inicio y fin de la sociedad,
procurar educarle bien en los temas que sean necesarios para continuar su
educación superior y que les sirvan para la vida, evaluando desde pequeños que vocación
traen: unos pueden ser más humanistas, matemáticos, deportistas y otros son más
bien artistas. Personalmente me gustaría que retiraran ciertas clases y
materias o más bien se orientaran dependiendo de las diferentes inteligencias
en nuestros alumnos y alumnas.
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Fotografía de Transparencia Activa. |
Pero la reforma educativa
que todos y todas queremos para mejorar la calidad de la educación y que nos
permita tener generaciones más educadas y competitivas en este mundo, no puede
ni debe pasar sobre el apoyo que necesitan los niños y niñas junto a sus
familias.
Como dijo Cantinflas en
aquel discurso en la película Su Excelencia:
“Para qué queremos automóviles, si todavía andamos descalzos, para qué queremos
refrigeradoras si no tenemos alimentos que poner en ellas” y yo agregaría,
“para qué queremos escuelas modernas e infraestructuras que sean la envidia de
los países de la región si nuestro pueblo sigue desnutrido, olvidado y
excluido”.
Me inclino mas por una re-ingeniería educativa.
ResponderEliminarhttp://alfredocelso.blogspot.com/2013/04/ideas-o-suenos-de-una-re-ingenieria.html