Temprano había pensado contestarle a
un amigo, quien el domingo me escribió un correo diciéndome que yo había
hablado mal de él en el programa de Pencho & Aida, la semana pasada.
Antes de comenzar a escribir leí el siguiente tuit “Cuando en El Salvador los manifestantes anden a Mandela o Gandhi en la
camiseta, y no al Che, habremos progresado”. Pensé entonces que antes de
preparar la respuesta a mi amigo, valía la pena reflexionar sobre este
pensamiento.
Mucho depende a quién le preguntes por
el Che Guevara: Recibirás una serie de respuestas desde las que lo ensalzan a
calidad de Dios y con cierto culto comercial, hasta los que quisieran revivirlo
para volverlo a asesinar.
Comparar a dos personas emblemáticas es
bastante difícil y un poco aventurero porque son personas que utilizaron
métodos diferentes, aunque ambos tenían la misma finalidad, lograr la igualdad,
el acceso a educación y salud para las mayorías y tener las mismas
oportunidades. Es más difícil aún hacer una comparación en el contexto del
agravamiento de la enfermedad que por años aqueja a Nelson Mandela y que desde
hace varias semanas nos tiene pegados a los medios de comunicación para saber
cuál es el último reporte que dan de su salud, y según entiendo, sufre de la
enfermedad que se originó debido a su encarcelamiento en el que pasó varios
años, todo por pensar diferente. Este no es el único caso que se ha dado a
nivel mundial y en diferentes épocas, el solo hecho que no estés en sintonía de
las opiniones del que esté en turno en el gobierno te vuelve enemigo de éste y
sobre todo, lo imperativo es callarte, de la manera que sea. Bajo este
pensamiento han muerto cientos de miles de personas, otras tantas han sido
reprimidas, torturadas, encarceladas, perseguidas y mutiladas.
Siempre que
se habla de las transformaciones sociales y de sus protagonistas, todos y
todas, no me cabe duda, quisiéramos haber tenido a un Nelson Mandela o Gandhi
en nuestro país y que las transformaciones sociales se dieran con el mínimo de
pérdidas humanas y que fuera más la presión social y de lo que lograra el
quiebre y que se cambiara las políticas o lograr tumbar gobiernos con una
resistencia pacífica sin disparar ni un solo tiro.
Lamentablemente
cada proceso social es completamente diferente a otro, no solo por las
particularidades de las latitudes donde se da, sino por la diversidad de la
cultura; para nuestros países centroamericanos, vale la pena decir, debemos
revisar el contexto, plagado de dictaduras militares muy parecidas en su
crueldad y su manera de imponer el orden utilizando la bota militar sobre en la
nuca de los ciudadanos quienes tienen el único pecado de pensar diferente y de
criticar abiertamente a sus gobiernos utilizando el derecho de la libertad de
expresión. Fueron los militares de la época los que nunca entendieron que el
crear mártires y aumentar la represión lo único que generaban era un
resentimiento social enorme donde la población se polariza de tal manera que no
logran ver los grises y se vuelven como sus agresores “conmigo o en mi contra”
y en cuanto toman el poder sus gobiernos buscan revanchismos hacia sus
agresores, volviéndolos víctimas.
Ahí está el aporte
de Madiba: Él estuvo 27 años en prisión y cuando salió y ganó las elecciones no
se apresuró a seguir dividiendo a su país, menos en buscar a sus captores y
aplastarlos, excluyéndolos de sus planes de gobierno y fingiendo que no era su
gobernante sacándolos de todo pacto social y económico o tomar una venganza
personal. Lo que él hizo fue unir a su país para sacarlo adelante dejando sus
propios resentimientos de lado, porque el bienestar colectivo era y es más
importante que nuestras propias aspiraciones personales; no sólo hizo eso, sino
que también se apartó de la presidencia de su país, hizo la transición y dejó las
bases, no buscó aferrarse al poder – con o sin elecciones periódicas, que
seguramente pudo haber seguido ganando por su nivel de popularidad- supo
entender cuál era su tiempo y su lugar, pero más que todo entendió, con una
gran claridad, cuál era el momento justo de retirarse, porque las
transformaciones le pertenecen a la colectividad a la sociedad a todo el
conglomerado y no a un hombre o mujer pues un individuo no es por sí mismo la
revolución. Como quisiéramos que muchos de nuestros dirigentes tuvieran esa
altura y fueran actores que sepan ponerse a un lado y dejar que las
transformaciones avancen siendo una sociedad madura en colectividad y
solidaridad, no llevándoles todo el tiempo de la mano, porque de ser así –la
sociedad- no madura, no se cohesiona, sino que se vuelve dependiente de su
líder.
Mucho se puede decir de Mandela y el
Che y sus métodos, quizá todos quisiéramos haber tenido la oportunidad que nos
permitiera elegir a quien tener en nuestra historia. Para nuestro país estuvo
un Farabundo; en Nicaragua, un Carlos Fonseca y Sandino; y así sucesivamente
podemos ir enumerando a personajes a quienes no les será concedido un papel
relevante por la mayoría, pero que tienen su lugar en la historia. Esto se dió
gracias a la represión del PCN y su dictadura militar aquí en el país; o,
gracias a los Somoza en Nicaragua; y ahora podemos decir de estos personajes
que su decisión fue tomar las armas como última forma de logar las
transformaciones. Como yo lo veo, el contexto y las circunstancias los obligaron
a tomar esa decisión, nadie en su sano juicio quiere tomar un fusil en su
hombro, dejar a su familia, pasar huyendo en la vida clandestina, si tiene la
oportunidad de lograr los mismos resultados con otros métodos, y alcanzar el
desarrollo. Si no está de acuerdo, pregúntele a personas que vivieron la guerra
civil de nuestro país, ¡Hagan ese ejercicio! y verán reflejado en sus ojos cómo
se van en recuerdos de lo que pudieron haber hecho, disfrutado sus familias,
compartido con sus hijos e infinidad de cosas que dejaron a un lado, porque no
tuvieron otra opción.
No creo que debamos separar a estas
figuras: Ambas son dos caras de una misma moneda. El deseo de cambiar la
realidad de sus países, el amor por las personas que están en desventaja dentro
de la sociedad, aquellos de los que nadie se acuerda, sólo cuando hay campaña
electoral y que les ofrecen sacarlos de su situación precaria pero que es
llegando al poder y hacen poco o nada por cambiarles las realidades y vuelven a
buscarlos 3 o 5 años después, según sea el caso.
Deberíamos todos poder tener la
rebeldía de estos personajes su coraje y visión de tomar la decisión de ser
protagonistas como sociedad de los cambios reales que necesitamos, ¿Se imaginan
qué súper hombre o mujer nos saldría si pudiéramos juntar lo mejor de cada
personaje?, ambos existieron y se comprometieron con sus sociedades e ideales
en su momento.
Es bueno revisar la historia de ambos
personajes, para ver lo que hicieron bien y los errores cometidos, no hay nada
que inventar, existen caminos trazados la cosa es ¿Tenemos el valor de hacerlo?
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