16 noviembre 2012

¡¡Hace 23 años!!



Recuerdo que en noviembre del 1989 estaba feliz el 11 de noviembre era mi clausura pasaba del 4 grado al 5 grado mi primo Kevin había venido de Estados Unidos –como lo hacía en todas la navidades- y ese fin de semana se quedaría con nosotros ¿Qué más podía pedir? Sería un fin de semana lleno de juegos, nada fuera de lo común.

Fue en la noche del sábado 11 de noviembre, que por primera vez vi luces de colores -rojas y amarillas- en el cielo que asemejaban –a mi entender- esas luces que salían en la películas gringas los famosos “fuegos artificiales” y salimos con mi papá a verlas junto con mi hermano que en esa época tendría 7 años y mi primo, nos subimos al muro del patio –esos muros compartidos que dividen los patios traseros de las casas- y nos dijo mi papá: muy probablemente los soldados han visto “a los muchachos” y los andan buscando en los barrancos. Para quienes no conocen Soyapango, le cuento que está rodeado de dos enormes barrancos  y en épocas de la guerra por ahí corrían “los muchachos” camino a Guazapa.

El domingo amanecimos con sonidos de disparos y mis papas pensaban que eran los vientos los que traían los sonidos de algún combate en alguna zona lejana, triste fue cuando poco a poco esos sonidos se sentían cada vez más cerca, decidió mi papá que saldría a buscar a mis hermanas mayores quienes vivían, juntamente con su madre, en la colonia vecina “Bosques del Rio” a las dos horas regreso y con una voz muy serena le dijo a mi mamá “los muchachos han montado una ofensiva, me encontré dos cuadrillas de muchachos y me mandaron de regreso a la casa, pero alcance a ver a mis hijas y están bien, debemos ver que provisiones son las que tenemos, porque me dijeron que esto va para largo y a tomarse el poder” el rostro de mi mamá palideció de un blanco que nunca había visto y que lamentablemente volvería a ver esa semana varias veces.

Los días lunes y martes transcurrieron con de una manera más o menos normal, con la única variación que mi madre en su afán de proteger a sus hijos y sobrino hizo un refugio anti bombas “artesanal” juntando los colchones de las camas en una sola y poniendo otro en una ventana y nos tuvo el día lunes metidos bajo la cama y ahí no llevaba la comida, mi papá hizo ese día un nuevo intento por salir y regreso a las cuatro horas, cuando encontró la escena inmediatamente le dijo a mi mamá “no seas loca!!! Que no ves que si los soldados encuentran esto nos van a matar, van a pensar que somos parte de la ofensiva, además estas traumando a los niños, sácalos de ahí y desmonta esa locura”

Muy triste fue el martes, ya casi no había comida, solo teníamos unas cuantas papas, unos plátanos y unos bombones que era lo único que mi mamá había conseguido en la tienda –lo poco que había donde la niña Mela ya se había vendido, las vecinas se le habían adelantado y la señora no tenía más que vender, pero sabía que había niños en la casa y nos mando dos bolsas de bombones- y esa noches en contraste con el temor de mis padres fueron de las noches más bonitas que pasamos, no había luz y papá paso todas las noches contándonos historias de su infancia –para los que conocieron a mi padre saben que él era la memoria histórica andante de su familia- recuerdo que había una pequeña radio donde esta sintonizada la famosa YSKL donde se escuchaban los llamados de familias que decían “somos la familia Pérez de ciudad delgado y queremos decir que estamos bien, por favor a mi hermanos que están en la Zacamil y Soyapango, llamen a la radio para saber ¿cómo están? no hemos tenido comunicación con ustedes estamos preocupados” mi padres la oía con la esperanza que sus hermanos, sobrinos y demás familia saliera al aire y saber si estaban bien, entre bloque y bloque de la radio sonaba la canción de Eddie Santiago “lluvia” y mi primo la cantaba y mi papá le animaba a hacerlo, quizá porque eso nos distraía.



Fue el miércoles en la noche que mi mamá ya no soporto la presión de la incertidumbre y rompió en llanto, entonces mi padre tomo la decisión que al día siguiente debíamos salir de la San Jose II –donde nosotros vivíamos- hacia la casa de mi abuela en la colonia Amatepec, además de hacer el esfuerzo él de ir a ver a su familia a la colonia el Matazano, no sin antes llevarnos a sus hijos, su sobrino donde su suegra. Ese día nos levantamos temprano, mi mamá se preocupo por dejarle suficiente agua a nuestro perro – un bello pastor alemán que respondía al nombre de Terry Torres- luego nos hizo nos pusiéramos camisetas blancas y pantalón jeans, tenis y muy diligentemente rompió unas sabanas blancas y las ato al palo de escoba –el cual previamente había partido en dos para hacer dos palos y sostener dos banderas- además nos dio una manta blanca a cada uno, a mi –que era la única niña- me puso bajo el jeans un licra y doble calzón – creo que en la mente de mi madre con eso evitaría que si alguien quisiera abusar de su hija, al menos se le hiciera lo más difícil posible, pobre mi madre hoy que soy mamá entiendo el terror que le causaba que algo así nos sucediera- salimos de la casa a eso de las siete de la mañana y comenzamos a caminar,  llegando a donde se encontraba el ANTEL en la calle “A” de la San José I, ahí empezamos a encontrar a los soldados quienes estaban a las orillas de la acera mientras al centro de la calle caminábamos varias familias buscando salir de la colonia, fue a pocos metros del ANTEL al costado izquierdo que vimos con mi hermano y mi primo por primera vez un muerto, era un joven guerrillero con uniforme de fatiga estaba boca abajo,  como la noche anterior había llovido, junto al cuerpo había charcos de agua y en el fondo se veía la sangre, era de aspecto bastante joven, no creo habría tenido más de 24 o 27 años, por mas intentos que hizo mi mamá de tapar los curiosos ojos de sus dos hijos y su sobrino no pudo hacerlo, esa fue la primera vez que vi los ojos de una persona fijos, sin vida.

Seguimos avanzando y llegamos al centro comercial los Ángeles donde había un Super Selectos, el cual el día domingo o lunes –no recuerdo bien- había sido saqueado, porque “los muchachos” habían dinamitado las telas metálicas, abriendo un boquete en ellas y bajaron por la calles gritando que subiéramos al Super a tomar provisiones, porque esto iba para largo ahí encontramos dos muertos mas, solo que eran un muchacho y una muchacha, no sé porque extraña razón estaban abrazados y el cabello de la chica cubría el rostro del chico, por demás me pareció una pose muy romántica para morir – compréndanme tenía 9 años me pareció romántico- ambos tenían a su costado unas latas chiquitas que luego dijo alguien que tuviéramos cuidado que eran bombas, seguimos por la colonia “El Pepeto” y asi avanzamos hasta llegar a la zona de “Los Conacastes” ya a estas alturas no volvíamos a ver a los muertos, los cuales dejamos de contar con mi primo creo que al haber llegado al número 30, en la zona del Hospital Psicriatico el panorama fue otro había una enorme alfombra color dorado que no dejaba ver ni la acera ni el asfalto de la calle - eran más o menos dos cuadras- eran los casquillos de las balas, ¡¡¡habían tantas!!! Era impresionante, de hecho mi papá estaba impresionado que en su francés claro dijo “jueputa, aquí sí que se han dado verga los muchachos”, así avanzamos hasta llegar al centro de Soyapango, ya a esta altura eran mares de gentes las que nos acompañaban con niños, niñas, bebes, hombres, mujeres y ancianos, todos con la única meta de salir de ahí.

Íbamos pasando por la parte trasera de  la comandancia de los soldados –en el centro de soyapango, donde le decían la parada del triangulo- cuando de manera sorpresiva empezaron a tacar "los muchachos" esa comandancia, después del terremoto del 86 nunca había sentido que la tierra se moviera tan fuerte -de hecho los terremotos del 2001 no los senti así de fuertes-, no puedo dar detalles de que tipo de bomba lanzaron, solo sé que sonó fuerte, inmediatamente mi madre empezó a correr y como una leona se abalanzo sobre sus hijos y sobrinos y nos empezó a incrustar sus uñas con una fuerza impresionante, que nosotros empezamos más bien a quejarnos, no de miedo, si no del dolor de sus uñas en la carne, fue entonces que mi papá le grito “Bessy, Bessy cálmate mujer, no corras, cálmate, solta a los niños los estas lastimando” pero quizá porque mi papá era un hombre muy “pedro infante vive” para nosotros fue extraño verle el rostro en ese momento y estaba verde, si, ¡verde! Como Hulk, eso era miedo reflejado en la cara de mi papá nunca olvidare esa mirada y como su rostro se había descompuesto y temblaba. Así sonaron tres detonaciones más, lo único que al final hicimos junto con la demás gente fue lanzarnos al piso y empezar a mover la banderas –trapos- blancas que llevábamos, después pudimos seguir avanzando, ya a la altura de la fábrica de la ADOC donde ahora hay un gran super, a lo lejos se veía una enorme torre de humo negro, alguien paso y nos dijo “los muchachos le han dado fuego a la Fabrica Diana”, seguimos avanzando sobre el boulevard del ejercito, íbamos por la Antekirta –recuerdo que en aquella época había malla ciclón con un muro de tres hileras de ladrillos el cual dividía la acera de la zona donde estaba el botadero de cielo abierto de Soyapango que estaba a una distancia larga y nos dividía un zona donde había mucho monte- ahí empezó el ataque de “los muchachos” de nuevo a un grupo de soldados que estaban a nuestra izquierda, nuevamente los gritos, las detonaciones y llantos de los niños, vaya otra vez al suelo, recuero que un soldado nos comenzó a gritar “háganse a la pared a la pared” como le había dicho la gran pared eran tres hileras de ladrillos – con los años hemos hecho de eso un chiste familiar, ya que no había pared eso no llegaba ni a muro, pero el soldado con voz de mando y muy enérgico grita “háganse a la pared”- por alguna extraña razón una señora de una casa que estaba a un costado en uno de esos pasajes que hay a un lado del boulevard abrió la puerta y dejo entrar a toda el que logro entrar- no cabía un alma en el patio de esa casa- alguien en algún momento dijo, “que se salgan los hombres porque no cabemos, dejen adentro a las mujeres y a los niños” estuvimos quizá una hora ahí en lo que terminaba el combate y reanudamos la marcha, el resto del camino transcurrió con  cierta calma, al llegar donde mi abuela nos encontramos con la sorpresa que se había ido a la casa de mi tía mina –dicho sea de paso la madre de mi primo, quien es medica y estaba como loca viendo como hacía para ingresar a Soyapango e ir a traer a su hijo, se había ofrecido el día antes de ir al hospital Psicriatico y dar sus servicios de medica, pero ni la cruz roja la quiso bajar a esa zona le dijeron que no- dos cuadras más arriba, ya casi llegando al teleférico.

Eran como las 12 del mediodía cuando llegamos, cansados, con hambre y sed, no recuerdo bien pero creo que comimos, jugamos un rato –obvio de guerra, de bombardeos, bombas y muertos- luego dormimos un buen rato, mi papá se fue a ver a su mamá y regreso justo antes del “toque de queda” todos estábamos en la sala esperando ver “teleprensa” cuando salió la notica titular “asesinan a los padres jesuitas de la UCA”, francamente yo no sabía quienes era ellos, pero por como se hizo el suspiro y luego el silencio en la casa entendí que debían ser personas importantes, luego pasaron la nota, donde se enfocaron los cuerpos –ya cubiertos con sabanas en el patio- recuerdo que fue en ese momento que el presidente Cristiani dijo que habían sido asesinados por “los subversivos, guerrilleros en el marco de su ofensiva” y escuche en tono fuerte pero al mismo tiempo –como si se hubieran puesto de acuerdo- a los adultos de la casa decir ¡No, Mentira, Mentira! Los han matado los escuadrones, y luego los lamentos en casa uno tras otro ¡Dios mío los mataron, como se han atrevido! ¡Que injusticia!, ¿por qué a ellos?! ¡Estos escuadroneros, son unos desgraciados, asesinos!



Debo decir que la indignación era tal que hasta mi abuela que es cristiana-evangélica, estaba tan indignada y se lamentaba tanto por la muerte de ellos ,que pensé, bueno mi abuela no quiere a los curas y hoy ¿qué le pasa? Debo confesar que en ese momento me nació una enorme curiosidad de saber que habían hecho estos sacerdotes para que se lamentara tanto su muerte, fue ahí que mi papá nos conto de el trabajo que ellos hacían desde la universidad –la UCA- y de su trabajo con comunidades, de su apoyo a las causas sociales, aunque ellos no apoyaban las armas ni la guerra, si entendían que esa generación se había visto obligada a tomar las armas por la cantidad de injusticias y represiones que se habían dado desde hacía varias décadas atrás.

Valga pues decir que hoy se conmemoran 23 años de su martirio, y que desde esa época todos sabemos quienes los asesinaron, porque lo hicieron y donde están, lamentablemente en nuestro país no se ha querido cerrar ese capítulo –como muchos otros- de la historia dando justicia, para lograr una verdadera reconciliación, no se ha curado la herida, sigue ahí, viva.

Ayer escuche, que “las nuevas generaciones deben mirar al frente” y es cierto, deben ver al futuro, pero las nuevas generaciones no deben olvidar la historia porque de igual manera el ponente dijo “pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”

Y no me refiero a revivir los odios de antaño ni de polarizar mas esta sociedad, sino de buscar los caminos a la verdad, a la justicia, a la reconciliación y así lograr una verdadera armonía social, la que nos permita finalmente sumarnos y multiplicarnos en los esfuerzos de sacar adelante a nuestro país y que las nuevas generaciones conozcan su historia, aprendan que se debe hacer justicia y que de esa manera se cultive el respeto a las instituciones, sus resoluciones, que sepan que se debe denunciar, ya que se lograra acceder a la justica, pero ante todo ellos, ustedes, nosotros y todos hagamos todo para que esto no se vuelva repetir ¡NUNCA MAS! 


3 comentarios:

  1. Bessy, me encantó y conmovió tanto. Estos relatos de cómo se vivieron aquellos días. Qué alegre que todo eso ya pasó, aunque la justicia no llega, sí llegó la condena moral.

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  2. "Los caminos de la verdad"... son las huellas del tiempo dejadas en nuestros seres queridos, en el pasado común, en los abuelos y padres de los abuelos, en las cosas que se vieron y se callaron, en los retazos inconclusos que tenemos hoy de nosotros mismos. Gracias por escribir sintiendo!!!

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  3. Esta reflexión la comparti unos meses atrás. La vuelvo a compartir para recapacitar un poco mas sobre la masacre de los Padres Jesuitas y sus colaboradoras hace 23 años.

    El Olvido como Impunidad
    Por Eduardo Galeano

    En la recuperación del pasado reciente las dificultades no son menores. La memoria está atada por el miedo, y es muy difícil romper las ligaduras del miedo. Se ha divulgado la equivocadísima idea de que recordar es peligroso, porque recordando vuelve a repetirse la historia como pesadilla. La experiencia indica que lo que ocurre es exactamente al revés. Es la amnesia la que hace que la historia se repita como pesadilla. La buena memoria permite aprender del pasado, porque el único sentido que tiene la recuperación del pasado es que sirva para la transformación del presente.A mi no me interesa la historia como cántico al mundo que fue. Realmente me parece mucho más apasionante la vida que es. Pero ocurre que si la vida que es no se entera de la vida que fue, va a estar condenada a repetirse. No veo que la historia tenga que repetirse necesariamente. (…)El problema en América Latina es que la historia tiende a repetirse como tragedia, porque en la medida en que no somos capaces de aprender de ella, la dejamos repetirse. La historia no se repite en la medida que los pueblos no dejan que se repita. La amnesia implica impunidad, y la impunidad estimula el delito, tanto en términos personales como colectivos. No se necesita ser un gran jurista para saber que si yo mato a mi vecino, y todo sigue igual, termino matando al vecindario entero, porque la impunidad tiene un efecto estimulante sobre el delito. Tampoco se necesita ser gran discípulo de Freud para saber que ningún pueblo, como ninguna persona, puede llegar a esconder impunemente bajo la alfombra la basura de la memoria. La única manera de superar el pasado consiste en enfrentarlo, en verlo como fue y cómo el miedo nos obliga a decir que fue.

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