Con
el reciente fallecimiento del emblemático líder Nelson Mandela y la infinidad de reportajes y documentales
sobre su vida y lucha contra la supremacía blanca, impuesta en su país por
medio del famoso Apartheid, no hay ahora quien no pronuncie esa palabra, además
de reconocer la luchas de Madiba y de solidarizarse con el encarcelamiento que
vivió y su persecución política.
A
pesar que muchos y muchas pronuncian de lleno esta palabra, en realidad no conocen
la extensión de su significado; no era solamente una separación de razas, no
era solo una segregación racial…Según sus creadores buscaba alcanzar el mayor
desarrollo de cada grupo dentro de sus propios espacios. Obviamente las condiciones
de educación, salud y vivienda estaban plenamente reducidos a su mínima expresión
para las grandes mayorías; el voto, ni pensarlo.
Foto tomada de socialismointernacional.org |
Ahora
bien, nosotros en El Salvador vivimos nuestro propio “Apartheid tropicalizado”.
Uno de los principales indicadores de esta segregación no racial es la ignominiosa
estratificación de los salarios mínimos, uno para cada sector: los obreros un
salario, los empleados otro salario y los campesinos otro salario; si el
salario no es otra cosa que la remuneración económica que debemos recibir en
base al esfuerzo laboral que todos y todas hacemos ¿Por qué lo dividen? El
esfuerzo no es igual; quizá uno más físico que mental, pero al final ambos
deberían recibir el mismo reconocimiento en cuanto al piso de donde inicia. No
puede ser que se valore más un trabajo que otro, eso es una injusticia que se
sigue perpetuando en este país, una deuda pendiente con los trabajadores del
campo comparados con los trabajadores de los demás sectores, pues se les dice
con esta segregación salarial, que su trabajo no vale tanto como el del sector
servicio o comercio, esto
se pone peor cuando se agrega el elemento de género, pues nuestras mujeresganan menos de lo que ganan los hombres, ¿Qué harán los candidatos y sus
partidos ante esta realidad? Lo que han hecho hasta ahora, un poco menos que
nada.
Es
triste como nuestro Apartheid ha sido naturalizado, tanto que los sindicatos de
la capital hacen paros para lograr que se les cancelen sus bonos navideños y no
se solidarizan con sus compañeros en el campo, quienes reciben mucho menos
ingreso que ellos y no tienen bono de ninguna índole; se han olvidado para qué
y por qué debe existir la sindicalización, no son unidos; cada sindicato está
podrido en pleitos internos por un lado para conservar el poder y no dar
cuentas de las cuotas que reciben y, por otro, están los que quieren tomarse la
dirección pero para cambiar de actores y no la obra, y
el resto de la población vemos como diputados y diputadas recibe bonos y
aceptamos que lo hagan sin mayor resistencia, así hemos visto como esta
segregación salarial se ha instalado con toda comodidad en nuestro país.
En
justicia y salud la historia no cambia. Dependiendo de quién eres así eres
tratado en ambos, si robaste 100 jocotes
o una gallina, llegas con grilletes custodiado y se te condena a penas
altas en procesos judiciales rápidos, donde se ve la eficiencia de la fiscalía
y la pronta y cumplida justicia por parte de los jueces y juezas que ven estos
casos. Por otra parte, si eres acusado por haber estafado a miles de familias
vendiéndoles terrenos que no te pertenecen, ahí toman en cuenta la edad y las
enfermedades del acusado y rápido se llega a las conclusiones de arrestos
domiciliares, ya no digamos los beneficios que se tienen al ser acusado de un
acto de corrupción, entonces la fiscalía no logra una condena y, si la logra,
los jueces mandan a los condenados a pasar en bartolinas muy alejadas a la
realidad que viven el resto de reos en Mariona, por supuesto que antes de
llegar a esto en la etapa de instrucción, jamás te mandarán a prisión
preventiva por peligro de fuga, pues se debe probar el arraigo y cuando tienes
una hermosa residencia en zona exclusiva, jamás se le ocurre al juez que podas
huir del país. Otra historia se da si vives en un cuartito de un mesón o en
casa alquilada o eres dueño de tu ranchito en una comunidad marginal, a ese hay
que meterlo preso, puede que se nos vaya, aunque el corrupto tiene visa y el
dinero para tomar el primer vuelo que se le ocurra y el otro apenas reúne para
el bus.
El
Apartheid salvadoreño se vive a diario. La policía de tránsito lo ejerce,
depende del tipo de vehículo que utilices o la ropa que llevas puesta te pueden
dar trato de ciudadano con todos tus derechos o te pueden minimizar, maltratar,
pedir mordida e incluso insultarte valiéndose de una enorme prepotencia dándote
trato de delincuente, conclusión a la que llegan dependiendo de donde dice tu
Documento Único de Identidad que es el lugar de tu domicilio - así pues si eres
de Soyapango o cualquier otro municipio populoso, automáticamente eres
etiquetado como pandillero, delincuente y vividor.
Mandela
logro unificar a su país, no me canso de decirlo y sobre todo supo apartarse
del poder cuando fue debido. En los actuales candidatos no logro divisar un mínimo
de Mandela, ni siquiera un Lula o Pepe Mujica, eso me llena de tristeza porque
parece que el Apartheid salvadoreño seguirá vigente por varios años y los
contendientes en esta batalla electoral ni siquiera se han dado cuenta que
recibirán un país segregado.
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