En
estos días he leído artículos y visto imágenes que no han hecho nada más que
ocupar espacio en los periódicos tradicionales y en los medios digitales
incluso en redes sociales de personas que se ocultan con grupos de fachada y
que se consideran anónimos y críticos de la realidad – su realidad
parcializada- y de otros que sin pena firman sus artículos con alto contenido
de frustración, ya que sus consejos no son acatados por sus candidatos y no
logran hacer que estos se distinga de los demás, siendo esta frustración lo que
los hace escribir con el hígado lanzando lodo a diestra y siniestra, difamando
y calumniando a otros sin presentar prueba alguna de sus acusaciones y arropándose
bajo el “sacrosanto derecho de la libertad de expresión” y ejerciéndolo de
manera irrestricta y no extraña que son estos mismo personajes los que cuando
se habla de regularizar el uso de esta libertad saltan como paladines a
defender su derecho de acusar sin pruebas a quienes ellos quieran .
Siempre
es difícil reconocer las virtudes, el buen trabajo realizado, la superación,
una promoción, aumento de salario, una buena idea o un simple acto de humanidad
y solidaridad de otra persona, extrañamente no estamos acostumbrados a ver “ojos
bonitos en cara ajena”
Muchas
veces es la miopía ideológica, el deseo de ver solo fracasos que nos permitan
levantar el dedo y decir “ven se los dije que no sirve” o la simple mezquindad
de querer a fuerzas que no se le reconozca absolutamente nada a nuestro
oponente ideológico la que nos hace caer en críticas sacadas de la manga de la
camisa, inventar rumores, acusar de mala conducta, de falta de moralidad, de
incapacidad, de vendido y llegan incluso a acusar a personas de la comisiones
de delitos sin presentar ni una tan sola prueba de su acusación, se valen de
los espacios que se les han brindando en medios de comunicación para
desprestigiar personas, con críticas más bien ofensivas que buscan atacar a las
personas y dañar su prestigio reputacional.
Y
lo triste es que ni proponen una alternativa diferente o un plan para hacer “mejor”
las cosas, ni tampoco logran destruir a su adversario con planteamientos o
argumentaciones bien articuladas atacando las ideas sin insultar o
desprestigiar.
Que
lamentable que sea esta la realidad a la que están sometidos esta nueva
generación de jóvenes, que a mi juicio, están queriendo independizarse de
banderas sin dejar de mantener sus ideologías, sean estas de derecha o
izquierda y uno que otro de centro.
Se
han preguntado mis queridos “columnistas históricos” “analistas críticos” “creadores
de opinión” “veteranos de la pluma” “ideólogos” ¿Qué están enseñando? ¿O simplemente
no les interesa y es eso lo que quieren fomentar? Un ejército de “críticos” que
solo critiquen por deporte y hacerle el juego a una agenda político-partidaria,
o será que buscan crear sus propios relevos generacionales enseñándoles a los jóvenes
que deben criticar sin argumentos, sin bases, y deben acusar a cualquiera que
no sea de tu “equipo” con el lema de “no reconocerle ni un tan solo gesto al
enemigo”
Por
eso se entiende que tengamos tanto cipote y cipota que lo único que hace es
decir “no sirve”, “no está bien”, “no es buena idea” y en otras ocasiones les
toca decir “es buena idea pero él o ella es un… “, pero sus columnas tienen cero
propuesta y con el agravante –en una época que se habla tanto del relevo
generacional- de solo presentar un
rostro joven pero con ideas viejas y discursos reciclados.
Espero
que esta nueva generación de jóvenes de todas las ideologías, que se han dado a
la tarea de escribir y plantear sus ideas, no sigan con las viejas práctica de “no
ver nada absolutamente nada positivo en su opositor”, ojalá se den cuenta que a
lo único que nos ha llevado esto es que esta
sociedad se mantenga dividida y sin visión de país.
Es
más que imprescindible que sepamos encontrar los puntos comunes como sociedad,
rescatando las buenas ideas y acciones de unos u otros de modo tal de ir
construyendo una sociedad más solidaria, justa, crítica pero ante todo unida en
la búsqueda de las directrices que vayan encaminadas a tener un mejor país para
todos y todas. No podemos seguir apostándole a la polarización, la hemos tenido
por décadas y nada bueno hemos sacado de ella.
Recuerden
que la grandeza está en reconocer, no las virtudes de tus seguidores o de los
que comparten tu ideología, religión y demás posturas, lo que te hace grande es
aprender a ver las virtudes y buenas ideas de los que no comparten tus posiciones, y al
hacer un evaluación sin el hígado de sus propuestas e ideas nos demos cuenta qué es lo
correcto y qué puede funcionar para la colectividad.
Desprestigiar
y acusar es fácil lo difícil es reconocer que las ideas de alguien que no está
en tu equipo, difícil porque nos han acostumbrado a “estás conmigo o en mi
contra” y eso es imposible en una sociedad donde cada uno de nosotros tenemos
nuestras propias ideas, no se puede estar de acuerdo en todo ni todos al mismo
tiempo, lo que sí es posible es ponerse de acuerdo en temas donde tengamos
intereses comunes de importancia general y que sea de beneficio para los
salvadoreños y salvadoreñas en su totalidad.
Al
final a nadie le importa a quién se le ocurrió una buena idea, sino que ésta se
lleve a cabo de manera oportuna con eficacia y suma eficiencia, logrando con
ella alcanzar metas en función del país, seguir en el juego de desprestigiar
personas en nada abona a nuestra sociedad, la sigue dividiendo y ampliando de
manera alarmante la polarización.
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